WASHINGTON, DC – Después de despedir a la comisionada de la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) el viernes, el presidente estadounidense, Donald Trump, ha indicado que nombrará al próximo líder del organismo esta semana. Es imperativo que el candidato de Trump sea percibido por las empresas y los inversores como no partidista e independiente de la Casa Blanca. Dado que la confianza en la integridad de los datos gubernamentales es una de las bases de la prosperidad, el nombramiento de un jefe independiente en la BLS redunda directamente en el interés político de Trump.
El dedo de Trump: despidió a la encargada de las cifras de empleo por “falsificar las cifras”
La destitución de Erika McEntarfer, comisionada de la BLS, se produjo inmediatamente después de que la oficina publicara su informe de empleo de julio, según el cual la economía estadounidense solo sumó 73.000 puestos de trabajo. Como todos los meses, el informe de la BLS también incluía datos revisados de los dos meses anteriores. Esas revisiones fueron importantes, ya que mostraron que la economía agregó apenas 19.000 nuevos puestos de trabajo netos en mayo y 14.000 nuevos puestos de trabajo netos en junio.
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Trump montó en cólera, y afirmó en las redes sociales que McEntarfer “falseó” las cifras de empleo, manipulándolas “con fines políticos”. Cabe aclarar que no existe ni una sola prueba que respalde esas afirmaciones, y sí todas las razones para creer que son falsas. Incluso suponiendo un proceder malintencionado, sería muy difícil falsificar las cifras. Como explicó a Politico William Beach, predecesor de McEntarfer designado por Trump, cientos de analistas elaboran las cifras, que son finalizadas por unas 40 personas que han trabajado bajo la presidencia de ambos partidos. “El comisionado no ve estos números hasta el miércoles anterior a la publicación del viernes”, añadió Beach. “El comisionado no tiene influencia ni posibilidad de conocer los datos hasta que están completamente terminados”.
Al afirmar incorrectamente que los datos de empleo están sesgados, Trump está socavando la credibilidad de la información de la que dependen los responsables de las políticas, las empresas, los hogares y los inversores. Las implicancias económicas son de gran alcance. Sin una buena percepción de los hechos económicos en el terreno, los inversores pueden percibir que los niveles de riesgo son más elevados, las empresas podrían retrasar nuevos proyectos y la Reserva Federal de Estados Unidos podría cometer un error costoso al fijar las tasas de interés.
La decisión de Trump de despedir a McEntarfer y nombrar a un nuevo comisionado de la BLS tiene una resonancia histórica difícil de ignorar. La Unión Soviética y China falsificaban regularmente datos económicos para respaldar sus políticas. (Joseph Stalin ejecutó al funcionario del censo que descubrió que la Unión Soviética tenía menos población de la que había anunciado Stalin).
Nunca se insistirá lo suficiente que los datos producidos por la BLS sobre el mercado laboral -y los datos económicos del gobierno de Estados Unidos en general- son la referencia definitiva. Sencillamente no hay nada que los sustituya. Si bien los datos del sector privado son un complemento importante de las estadísticas oficiales, a menudo se comparan con los datos gubernamentales y no son ni de lejos tan representativos ni tan fiables.
Del mismo modo, las revisiones de las estadísticas oficiales -el detonante del despido de McEntarfer- son rutinarias y no motivo de preocupación. Los organismos públicos deben equilibrar la necesidad de datos de alta calidad con el imperativo de informar a tiempo. Las cifras de empleo son una estimación del número total de empleados en nómina durante la semana que incluye el duodécimo día del mes. Las empresas son encuestadas, pero algunas envían sus respuestas con retraso, mientras que otras pagan a sus trabajadores mensualmente, a final de mes. El reto para la BLS es proporcionarles a los responsables de la toma de decisiones información vital lo más rápidamente posible, sabiendo al mismo tiempo que cuanto más tiempo se tome, mayor será la calidad de sus datos.
Por ejemplo, la BLS podría haber esperado hasta agosto para comunicar los datos de mayo, pero eso le habría dificultado a la Reserva Federal la fijación de las tasas de interés durante el verano y a las empresas, la toma de decisiones importantes que dependen del estado del mercado laboral. En su lugar, la BLS publica una estimación de mayo en junio y otra basada en datos más completos en julio, antes de comunicar la cifra definitiva en agosto.
Además de los problemas de respuesta a las encuestas, la BLS debe hacer frente al desafío de estimar la reducción del empleo de las empresas que salieron del mercado en mayo y el número de nuevos puestos de trabajo netos en las empresas que se crearon en mayo. También debe tener en cuenta las fluctuaciones estacionales del empleo.
El resultado es que las revisiones son eso: revisiones, no correcciones.
Asimismo, si bien las revisiones de la semana pasada fueron importantes, ya que el empleo total de mayo se revisó a la baja en 125.000 empleos y el de junio en 133.000 empleos, no me parecieron preocupantes ni excesivas. Según mis cálculos, en las últimas tres décadas hubo diez casos de revisiones a la baja superiores a 100.000 empleos y 26 casos de revisiones al alza de más de 100.000 empleos.
Trump debería pensarlo dos veces antes de intentar instalar a un lacayo en la BLS. Sería prudente que recordara que cuando Argentina manipuló sus datos de inflación -y los mercados dejaron de confiar en las estadísticas oficiales-, las tasas de interés aumentaron y la crisis de deuda del país se agravó.
Aun así, incluso si Trump instala a un adulador como comisionado, deberíamos seguir creyendo en la integridad de los datos -que son extremadamente difíciles de amañar- hasta que los funcionarios del organismo nos den razones para no hacerlo.
McEntarfer tomó decisiones en la BLS sin influencia política. El próximo responsable de la entidad debería ser igual de independiente. De lo contrario, los responsables de las políticas, los líderes empresariales, los hogares y los inversores podrían empezar a percibir los datos gubernamentales como erróneos, lo que podría tener efectos perjudiciales y en cascada en toda la economía estadounidense. Evitar esto redunda en el interés político directo de Trump. Pero dado su historial de autogoles, empiezo a preocuparme.
*Michael R. Strain, director de Estudios de Política Económica del American Enterprise Institute, es autor, más recientemente, de The American Dream Is Not Dead (But Populism Could Kill It) (Templeton Press, 2020).
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