POLÍTICA
La administración izquierdista del FA es una maquinaria de dilapidar capital.
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En el país del asado subsidiado, el transporte quebrado y el arte financiado con impuestos, Montevideo vuelve a ofrecernos una postal del nuevo clientelismo cultural. Se trata del Festival “Insumisas”, una celebración del “arte lésbico” organizada por la Intendencia de Montevideo que, como queda demostrado en el expediente administrativo 2025-1090-98-000667, opera en la más completa opacidad: sin rendición de cuentas, sin control de asistencia, sin criterios de inversión, sin recaudación. Nada.
Este evento, que debería ser una expresión libre y autogestionada de una comunidad artística, termina convertido en otro engranaje más de la burocracia progre que reparte dinero público con absoluta liviandad ideológica. ¿El resultado? Una fiesta con estética antisistema y facturas a cargo del sistema.
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Según la propia respuesta oficial al pedido de acceso a la información, no hubo ingresos por entradas —porque, claro, el ingreso es libre— y no se registraron datos precisos de asistencia. Tampoco se detalla cómo ni cuánto se invirtió, solo se menciona que el festival fue “organizado por los equipos de comunicación institucionales, del Departamento de Desarrollo Social y de la División Información y Comunicación”. Es decir: más horas hombre del funcionariado montevideano al servicio de la militancia cultural de nicho.
Pero lo más llamativo es la justificación implícita. Como si se tratara de una política de Estado impostergable, se considera normal financiar con dinero del contribuyente un evento que promueve una visión parcial —y en ocasiones agresiva— de la sociedad, centrada en la identidad sexual como bandera estética, política y presupuestal. Lo que en otros contextos sería activismo de minorías, acá se vuelve un ítem más del gasto público.
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Desde una mirada liberal, esto resulta intolerable. El Estado no está para sostener proyectos ideológicos ni sensibilidades subjetivas. Está para garantizar derechos universales, no para convertirse en mecenas de un arte que vive del escándalo performativo y de la retórica del agravio. Si un grupo quiere celebrar su identidad con arte, que lo haga. Pero que lo financie. Porque en una república liberal, la libertad no viene con boleta del Ministerio.
| Redacción
Y lo más irónico es que las autodenominadas “insumisas” no son tales. No se rebelan contra el poder, sino que lo parasitan. No cuestionan al Estado, sino que lo colonizan. No quieren menos control, sino más subsidios. Son la versión postmoderna del viejo estatismo: el que en nombre de la diversidad, impone una visión única del bien, de la cultura y del uso del dinero ajeno.
Montevideo merece otra cosa. El país también. Es tiempo de que los gobiernos —y especialmente las intendencias capturadas por la ortodoxia progresista— entiendan que la función pública no es financiar clientelas ideológicas ni pagarle megáfonos al activismo identitario.El dinero del contribuyente no es una caja chica para experimentos culturales con pretensiones revolucionarias. Y si lo fuera, que al menos rindan cuentas. Porque incluso las insumisas, cuando viven del Estado, deberían estar sometidas a la misma ley que el resto.
Ver también: el caso de la financiación de las jornadas de “visibilidad menstrual”, otro ejemplo de cómo la militancia identitaria transforma recursos públicos en propaganda cultural
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