En plena pandemia, Patricio Giménez encontró algo más que calma en Laguna Garzón, Uruguay. Entre el silencio del campo y la compañía de su perra Rumba, comenzó a transitar un profundo proceso de transformación interior. Fue allí donde se gestó Antes de ser feliz, el libro con el que rompió su silencio y se presentó al mundo desde un nuevo lugar: ya no como Patricio, sino como Augusto, su verdadero primer nombre.
Lejos del personaje mediático y del cantante que supo vivir en Miami tras ser convocado por el productor de Julio Iglesias, el artista se despojó del ruido para mostrar su parte más íntima. El cambio de nombre no fue un gesto estético, sino un acto simbólico cargado de memoria y sentido. “Augusto era el nombre de mi papá. Y también es un lugar más profundo, más silencioso”, explicó en diálogo con Teleshow.
El peso del pasado, la búsqueda espiritual y el valor del silencio
En su libro, Augusto relata momentos clave de su infancia, especialmente la muerte de su padre cuando tenía apenas 11 años y la enfermedad que luego atravesó su madre. Aquellos eventos marcaron el inicio de una búsqueda existencial que lo llevó a explorar religiones orientales, filosofías antiguas y nuevas formas de entender el dolor.
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Confesó que durante años se preguntó si “Dios era bueno”, y que no halló respuestas en su cultura de origen. Fue Oriente, y el contacto con otras cosmovisiones, lo que le ofreció nuevas herramientas. “Empecé a mirar otras filosofías. Oriente me dio herramientas. Sin darme cuenta, fui armando un mapa personal”, expresó.
Hoy se define como panteísta. Cree que todo es Dios, que no hay separación, y que el bien y el mal no son verdades absolutas, sino interpretaciones humanas. También cambió su vínculo con la muerte, a la que dejó de temer y empezó a considerar como una maestra que pone todo en perspectiva.
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Viajes transformadores y un amor que no interrumpe el silencio
Consciente de que su proceso ya no es solo individual, Augusto comenzó a organizar un proyecto para 2026 que apunta a compartir vivencias profundas. Planea realizar viajes espirituales a destinos como India, Egipto, Machu Picchu y el Camino de Santiago. “No es para hacer turismo. Es para vivir experiencias reales, transformadoras”, aclaró.
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Desde sus redes, ya invita a quienes estén en su misma sintonía a sumarse. “Después de tanto trabajo interior, sentí la necesidad de abrir el camino hacia afuera”, dijo.
En lo afectivo, también se permitió una apertura distinta. Contó que está conociendo a una persona que no busca completarlo ni llenarlo, sino acompañarlo. “No interrumpe mi silencio. Lo acompaña. Es una presencia muy amorosa. Y eso es valioso”, expresó.
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Esa relación, sin embargo, no vino a traer paz sino a desafiarla. Entre risas, reconoció: “Esto es como mi prueba porque puedo controlar un poco más lo que pasa en mi interior”.
El homenaje más emotivo de todos fue para su perra Rumba, a quien le dedicó el libro. Para él, no fue solo una mascota, sino una guía espiritual: “Me enseñó a habitar el presente. A estar en el aquí y ahora. Es un ejemplo de amor incondicional. Me acompañó en los momentos más importantes de esta transformación”.
Así, con un nombre ancestral, una historia dolorosa reconvertida y un camino abierto hacia lo espiritual, Augusto –el hombre detrás de Patricio Giménez– redefine su identidad y pone su voz al servicio de quienes también buscan sanar.